Comerse una «pizza fritta» para desayunar, una «sfogliatella» a media mañana y una margarita para almorzar, antes de rematar el día con una cena con vistas al Castello Nuovo... La oferta gastronómica en Nápoles es tan rica y variada como su legado. Atrévete a descubrirla con nosotros en esta guía.
Con este nombre tan rimbombante se conoce a la parte vieja de Nápoles. La más antigua y desaliñada, pero también la más turística, auténtica y una de las más vivas. Recorre su columna vertebral, la concurrida Via dei Tribunali, y déjate llevar por el ambiente que se vive en la calle. Puestos de comida, pizza al corte y tiendas de artesanía conviven al doblar la esquina con balcones con ropa colgando, algunas de las pizzerías más famosas de la ciudad, altares con figuras iluminadas –algunas con vírgenes, otras con la cara de Maradona– y una maraña de calles, recovecos, iglesias, y hasta el acceso a la famosa «Napoli Sotterranea» que luego veremos. Piérdete por la Via San Gregorio Armeno y descubrirás además la sorprendente devoción de los napolitanos por los belenes de Navidad. ¡Hay auténticas maravillas! Sin duda una de las cosas más sorprendentes que ver en Nápoles.
Imprescindible: buscar el grafiti de la «Virgen de la Pistola», el único de Banksy en Italia, en Via dei Tribunali.
En la misma Via dei Tribunali, concretamente a la altura de la Iglesia de San Paolo Maggiore, en la Plaza de San Gaetano, se abre un acceso al pasado más remoto de Nápoles. Es aquí por donde se desciende al laberinto de túneles y salas subterráneas que recorre los últimos 2400 años de historia de la ciudad, desvelando cisternas y acueductos subterráneos construidos por los griegos, un teatro romano y hasta búnkeres de la Segunda Guerra Mundial. Merece la pena sacar la entrada con antelación para evitar colas y, a poder ser, elegir un tour con guía para conocer mejor los secretos que esconde este sinuoso lugar.
Imprescindible: puedes saltarte este visita si padeces claustrofobia.
El museo favorito de muchos, esta capilla del siglo XVI alberga una original y enigmática colección de figuras escultóricas como la «Modestia» de Antonio Corradini, el «Desengaño» de Francesco Queirolol y la «Verdad velada» de Corradini, otra obra maestra de mármol. Pero si hay una pieza destacable en esta bella capilla construida por encargo de la esposa del primer Príncipe de San Severo, esa es la del «Cristo Velato» del escultor Giuseppe Sanmartino, de mediados del siglo XVIII, cuya silueta cubierta por un fino velo de dramático realismo le ha hecho convertirse en una de las esculturas más valoradas de todo el mundo.
Imprescindible: ver de cerca la escultura más famosa de Nápoles para observar su indescriptible realismo.
Símbolo indiscutible de Nápoles, este castillo es llamado así porque, según cuenta la sabiduría popular napolitana, el poeta latino Virgilio escondió en sus cimientos un huevo mágico que protegió tanto la fortaleza como la ciudad de las catástrofes. Construido sobre el islote de Megaride, merece la pena visitarlo principalmente por las vistas que tiene del golfo de Nápoles con el Vesubio al fondo, especialmente al atardecer. Ha servido de cárcel y de residencia real, y en su interior se encuentran la iglesia de Salvatore, galerías y grandes salas, aunque lo que más fama tiene es su terraza, la «Terrazza dei Cannoni», que regala la panorámica ya mencionada.
Imprescindible: para vistas, las del Castillo Sant'Elmo, en lo alto de la ciudad. Coge la línea 2 de metro y no te las pierdas.
Otro de los símbolos de la ciudad, el también llamado «Maschio Angioino» es una fortaleza medieval de estilo renacentista erigida a finales del siglo XIII por orden del rey Carlos I de Anjou para convertirse en residencia real, y que guarda, por tanto un vínculo significativo con la historia de España. Un siglo después de su construcción, el rey Alfonso V de Aragón mandaría levantar el majestuoso arco del triunfo que hoy preside su entrada principal, convirtiéndolo en una edificación única, sobre todo entre las cortes palaciegas de su época. Actualmente alberga el Museo Cívico de la ciudad, y algún que otro espectáculo nocturno.
Imprescindible: ver la «Capella Palatina» que se conserva en su interior.
Justo enfrente del Castel Nuovo y al lado del Teatro San Carlo tenemos la que en su día rivalizara en belleza con la mismísima «Galleria Vittorio Emanuele II» de Milán. A día de hoy luce algún que otro local cerrado, aunque sigue conservando el esplendor decadente de entonces. Fue construída entre 1887 y 1890 por orden del rey Umberto I y destaca por su diseño con cuatro entradas, su lustroso suelo de mármol con mosaicos representando los signos del zodíaco, su arquitectura neoclásica y la impresionante cubierta de hierro y vidrio que converge en forma de cúpula en el centro, obra del ingeniero Paolo Boubée.
Imprescindible: tomar algo en una de las cateferías todavía abiertas.
Situada al final de la popular Via Toledo, es una de las plazas más elegantes de Nápoles y una de las más grandes de toda Italia. No es de extrañar, teniendo en cuenta que en sus alrededores encontramos algunos de los edificios más reseñables de la ciudad, como el Palacio Real, la basílica de San Francisco de Paula, el Palacio de la Prefectura, el Palacio Salerno o el ya mencionado Teatro de San Carlos, Patrimonio de la Humanidad por laa UNESCO y uno de los más famosos del mundo. A primera vista, lo que más te impresionará será la planta circular de estilo neoclásico y profusa decoración de la basílica, entre ellas las columnas corintias que soportan su enorme cúpula.
Imprescindible: ver la iluminación de la basílica de noche, una imagen de postal.
La Catedral Metropolitana de Santa María de la Asunción o de «San Gennaro», patrón de la ciudad, es el edificio religioso más importante de la ciudad. Se encuentra en el casco histórico, muy cerca de la mítica Via dei Tribunali y rodeada de otros tesoros arquitectónicos como el Castel Capuano, el «Battistero de Giovanni in Fonte» o el «Teatro Romano de Neapolis». Fue levantada sobre las ruinas de un templo dedicado a Apolo, en el siglo XIV, y luce estilos arquitectónicos tan complementarios como el gótico y el barroco. De visita obligada es la capilla barroca que alberga el célebre «Tesoro de San Gennaio», con valiosas joyas de plata y hasta la sangre del patrón que, según la leyenda, se licúa milagrosamente cada 19 de septiembre.
Imprescindible: visitar el Museo del Tesoro di San Gennaro.
Llamados así por ser lugar de residencia de las tropas españolas durante el reinado de la Corona de Aragón, en sus calles se concentra toda la esencia de la ciudad. Se articula en torno a la Via Toledo, y en sus aledaños podemos encontrar desde cafeterías populares a tiendas, ultramarinos, pescaderías y sobre todo, un ambiente lleno de vida que serpentea por todas y cada una de sus callejuelas. Pese a la mala fama que pueda tener, a día de hoy es un barrio seguro como otro cualquiera por el que pasear. Merece la pena perderse por sus mercadillos, mezclarse entre los lugareños en uno de sus bares o admirar la singular costumbre de arrojar el caldo de las mozzarelas frescas por el alcantarillado en plena calle. ¡100% napolitano!
Imprescindible: dejarse los prejuicios atrás nada más atravesar Via Toledo.
«L’Antica Pizzeria da Michele», «Gino Sorbillo» o «Di Matteo» son algunos de los establecimientos más turísticos –y recomendables– donde probar la celebérrima pizza napolitana. Más allá de la famosa variedad «marguerita» inventada por el «pizzaiolo» Raffaele Esposito –dicen que en honor de la reina Margarita–, nosotros te invitamos a salirte del circuito habitual para probar la típica «pizzetta» frita que se vende en los puestos de la calle, una delicia en forma de «calzone» frito que a muchos les sirve de desayuno. Otras de las delicias locales son la «sfogliatella», la «pastiera» o el «babá» mojado en un almibar con aroma de licor.
Imprescindible: probar una pizza al corte en uno de los famosos puestos de Spaccanapoli.
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