Pasa el verano en el hemisferio norte y con él se marchan los días de largas horas de luz, fiesta, playa y diversión, pero también las temperaturas insoportables que han asolado Europa durante los meses de julio y agosto. Con el otoño las luces son distintas. Las hojas de los árboles toman tonos ocres, naranjas y rojizos y el cielo pierde algo de fulgor durante el día para recuperarlo en atardeceres que funden todo en llamas púrpuras. Es una época perfecta para tomarse un descanso de la rutina y aprovechar las ofertas del mercado turístico para visitar bellos lugares sin las aglomeraciones y altos precios característicos del período estival. Si tan sólo tienes unos días para desconectar, el Viejo Continente es una opción perfecta para utilizarlos. En Rumbo os proponemos algunos destinos europeos perfectos para una corta escapada este otoño:
Las temperaturas otoñales aún son agradables en esta pequeña perla del Mediterráneo, casi tan africana como europea. Sus múltiples calas y playas, de aguas transparentes y arenas doradas, te esperarán casi desiertas durante el día, mientras que al atardecer podrás recorrer las maraña de calles estrechas que conforman La Valeta. Esta antigua capital te recordará, con sus murallas, palacios, fuertes, iglesias y otros monumentos, la gran importancia estratégica que tuvo durante la Edad Media y la Segunda Guerra Mundial. El corazón de los templarios late en cada esquina. Aprovecha la oportunidad que te brinda Rumbo para viajar a Malta a un precio excepcional.
Al pie de una colina boscosa que presenta tonos pardos y rojizos en otoño, se halla un pequeño pueblo que parece sacado de la imaginación del mejor de los cuentacuentos. Sintra, situada a menos de media hora de tren de Lisboa, fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 1995. Sus callejuelas del centro están jalonadas por casas de colores en cuyos bajos encontrarás pequeños restaurantes, chocolaterías y tiendas de souvenirs. En pleno centro se encuentra el Palacio Nacional, levantado en el siglo XVI, pero sus dos monumentos más emblemáticos son: el Castelo dos Mouros y el Palacio Da Pena. El Castelo es una fortificación amurallada construida por los árabes en el siglo IX y reconquistada por el rey Alfonso Henriques unos 300 años más tarde. El Palacio da Pena es lo más parecido a un castillo ideado por la factoría Disney. Totalmente policromado, presenta varios estilos arquitectónicos y sirvió de residencia real durante el siglo XIX. Sube a la más alta de sus almenas y contempla el bonito paisaje que se extiende a tus pies: bosques otoñales, pueblos y el océano Atlántico. Toma uno de los románticos hoteles en Sintra que te ofrece Rumbo a magníficos precios.
En la punta noroeste de la vieja isla Esmeralda se encuentra el condado de Donegal. Aquí encontrarás aún pueblos y granjas donde se habla el idioma gaélico, legado de los antiguos celtas. La hierba adquiere un tono amarillento y el viento sopla con fuerza para moldear una costa salvaje donde las rocas se han ido apilando para formar acantilados que le añaden el punto dramático al paisaje. También puedes encontrar bosques como los de Glenveagh National Park y Ards Forest Park, uno de los pocos reductos donde aún sobreviven árboles autóctonos de la isla. Cuando termines tu día de visitas en la naturaleza, resguárdate del frío de la noche en la calidez de uno de sus muchos pubs mientras escuchas música celta y saboreas una auténtica Guinness.
La región de Värmland, ubicada en la parte sur de Suecia, es un precioso tapiz de bosques, lagos, ríos y naturaleza en estado puro en el que la gente vive dispersa en pequeña ciudades, aldeas o incluso cabañas. La única excepción es Karlstad, su capital, una ciudad joven y dinámica donde puedes recordar lo que es la civilización tras unos días perdido lejos de ella. Hay multitud de actividades para disfrutar Värmland. Construye una balsa de madera y desciende el río Klarälven; recorre los bosques y lagos del Parque Nacional de Brattforsheden en bicicleta de montaña; camina y ve en busca de los grandes alces que se alimentan entre los árboles de Langbergets; y pasea en canoa. Un paraíso para los amantes de la vida al aire libre.
La ciudad de Pula, con unos 70.000 habitantes en la actualidad, ha sido el centro político y económico de la región de Istria desde los tiempos del Imperio Romano. Entre sus atractivos se encuentra un clima cálido, con un otoño agradable; una naturaleza apenas perturbada por la mano del hombre y una gran riqueza histórica y arquitectónica resultante del paso de las distintos pueblos que la conquistaron (romanos, venecianos y el imperio austro-húngaro entre ellos). Pasea en bicicleta de montaña por los parques naturales costeros y recorre el centro histórico de Pula, admirando su monumento más importante: el Arena de Pula, el sexto coliseo romano más grande de Europa.
La temporada baja otoñal es un buen momento para recorrer los acogedores pueblos galeses. Sus poderosos e impresionantes castillos forman parte del siniestro legado que dejó el rey inglés Eduardo I tras su conquista. Tenía tanto miedo a galeses y escoceses que levantó lo que se conoció con el nombre de Iron Ring (Anillo de Hierro) para protegerse de estos dos bravos pueblos. El resultado lo puedes ver en lugares como Conwy, Beaumaris o Caernarfon. Empápate de sus historias y leyendas.
Portando la vítola de una de las ciudades más románticas de Europa, Praga posee, además, un halo melancólico que se intensifica en la temporada otoñal. Sus históricas y señoriales calles empedradas se llenan de hojas caídas y la gente cruza, enfundada en sus abrigos, por el mítico Puente de Carlos. La Plaza de la Ciudad Vieja, el Castillo de Praga, iglesias, catedrales, monasterios, torres, etc. Es como estar caminando por un museo al aire libre. No te olvides de probar sus buenas, variadas y baratas cervezas en la zona de Malá Strana.
Tras las aglomeraciones turísticas sufridas en primavera y verano la vetusta Constantinopla se muestra ante el visitante con los rojizos tonos propios del otoño. Esta ciudad imperial, a caballo entre Europa y Asia, es, para el que escribe, la más bella del Viejo Continente. Las mezquitas de Santa Sofía, Sultan Ahmet, Süleymaniye y otras tantas; el Bósforo y el Cuerno de Oro; la vida de barrios como Taksim, Ortakoy, Besiktas o Beyoglu; las diferencias del lado asiático; y cómo no, esa gastronomía mezcla de especias, dulces, y sabrosas carnes y pescados. Estambul lo tiene todo para una buena escapada otoñal de varios días.
La Rochelle es una pequeña joya construida sobre marismas de la costa atlántica francesa. Su buena situación estratégica la convirtió en un importante enclave militar que pasó de unas manos a otras en distintas guerras. Esto le ha hecho poseer un importante legado histórico, que unido a su calidad de vida, buena gastronomía y cercanía a otros lugares turísticos - como las islas de Ré, Oléron y Aix – le ha convertido en uno de los lugares más visitados de Francia. En la ciudad no debes perderte su puerto, custodiado por las imponentes torres medievales de La Cadena y San Nicolás, la ciudad vieja, el Aquarium y los diversos mercadillos de fruta, verduras, vinos y las mejores ostras del mundo.
A la sombra de las veneradas Venecia, Milán y Florencia se encuentra la Verona de Romeo y Julieta. Cerca del supuesto balcón de Julieta se encuentra el Arena de Verona. Este anfiteatro romano, levantado en el siglo I, es uno de los mejores conservados del mundo y el segundo más grande, siendo sólo superado por el Coliseo de Roma. Ha cambiado sus funciones de muerte, sudor y sangre por noches de ópera veraniega. También merece la pena visitar el castillo y museo de Castelvecchio y tomar el aperitivo en cualquiera de las terrazas de la histórica Piazza delle Erbe, la más antigua de Verona, que ya en tiempos romanos era el centro de la vida social y política. Si te sobra algo de tiempo, no dejes de visitar el cercano lago di Garda.
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